22 de marzo de 2012

Es especial, divino, casi perfecto.

Se acerca a ti con ese perfume embriagador, con aires de Don Juan Tenorio, y esa gran palabrería que su grata experiencia con la lectura le ha proporcionado. Te suelta cuatro frases sobre el amor y la vida, sacadas de alguna novela o algún filósofo, y ahí te quedas, embobada, escuchando alguna que otra aventura sobre su vida, seguramente inventada. Pero lo peor es que funciona. Es odiosa la manera que tiene de engatusarte para que caigas rendida a sus pies, la manera que tiene de hacerte sentir especial, diferente al resto. Te hace sentir ágil, ágil como una pluma del ave más bella. Parece que es capaz de otorgarte el don de poder llegar a la mismísima luna si te place. Y todo esto solamente para que llegues a querer, o incluso a desear fundirte con él bajo sus sábanas, y que complazcas todos sus más ardientes deseos.

Y, ¿no es cierto ángel de amor, que siempre sucumbes a todos sus encantos?



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