16 de agosto de 2011

Se va, esta vez para siempre.

Hay un hueco vacío en tu corazón, y no es un agujero cualquiera, es de esos que te calan hondo, de los que se cavan con cariño y dulzura. Sabes que tienes que llenarlo cuanto antes, pero también sabes que es algo casi imposible, y por eso te sientes tan impotente. No tienes de quien apoyarte, ni a quien contarle tus problemas. No tienes con quien hablar hasta las tantas de la mañana, no tienes quien te ayude con los deberes, y que te de consejos y esos abrazos que te venían tan bien. Todo esto te hace sentir mal, agotada. Es como la resaca de un domingo después de una gran borrachera típica del sábado noche. Como esa desagradable sensación nauseabunda que te entra cuando vomitas. Como la desesperación que te da cuando ves un cuatro en ese examen tan difícil, por el cual llevas días encerrada estudiando. Como cuando sabes que la has cagado con tus amigos, o con tu familia. Es esa sensación asquerosa que te revuelve de arriba abajo; ese remordimiento que no te deja vivir tranquila, y te hace sentir como una mierda monumental.
Lo peor es que esto es para siempre. Llegará un día en el que no te dolerá tanto, pero nunca podrás olvidarle, ni podrás olvidar todo lo que un día fue para ti.  


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