1 de diciembre de 2012

Siete vidas no son suficientes.

Ven, únete a mí en cuerpo y alma hasta que la muerte nos separe. O por lo menos hasta que tú decidas. No me importa ser tu sumisa, siempre y cuando me ames con la pasión y lujuria que un día me profesaste, y que me juraste guardar hasta el fin de mis días. 
Dueles, dueles en el alma, querido. Dueles, realmente dueles. 
Y eso no estaba en el contrato que firmamos cuando decidimos casarnos frente al Diablo. 


-"Hay que leer la letra pequeña"- diría mi madre, y maldita la hora en que no la escuché, y en que decidí vender mi alma al ser más oscuro y amargado que hay en el mundo, o en el inframundo, mejor dicho. Por su culpa estoy encadenada a ti, no puedo dejar de amarte, no puedo dejar de desearte en todo momento, pese a tu indiferencia y a tus desprecios. Estoy condenada a amarte y adorarte por haberme atrevido un día a dejarte abandonado cuando aún tú me amabas. 
Estoy, desde ese día, condenada a amar a un hombre huraño y sin corazón, por haber querido desafiar al mismísimo Diablo. 

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